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Foto del escritorEstela Juárez

La Última Ratio: Optando por Soluciones Administrativas Antes del Proceso Penal en Guatemala





En Guatemala, una tendencia preocupante ha ido en aumento: la de resolver conflictos llevándolos directamente a los tribunales penales. Estos eventos, que desvían disputas que podrían solucionarse por otras vías hacia el sistema penal, revelan una necesidad de reflexión y cambio en nuestra aproximación a la justicia. A menudo, asuntos que podrían resolverse a través de canales administrativos o mediante la mediación, terminan innecesariamente en los tribunales penales, cargando aún más un sistema ya saturado.


El concepto de "última ratio", o último recurso, es un principio fundamental en el derecho penal que hace ver la importancia de recurrir al sistema penal solo cuando todas las demás opciones han sido consideradas y agotadas. En esencia, este principio sugiere que la intervención penal debe ser el último paso en el camino hacia la resolución de un conflicto, no el primero. El derecho penal, con sus consecuencias significativas y usualmente severas, debe reservarse para los casos más graves y donde es absolutamente necesario.


En Guatemala, el recurso a los procesos penales para resolver conflictos se ha convertido en una práctica común, lo que plantea serias preocupaciones sobre la eficiencia de nuestro sistema de justicia. Esta tendencia se refleja en el numero en aumento de casos penales que, usualmente, podrían haberse manejado efectivamente en ámbitos no penales. Por ejemplo, disputas contractuales, desacuerdos comerciales o incluso ciertas infracciones menores son llevadas a tribunales penales donde podrían resolverse más adecuadamente a través de mediación o procedimientos administrativos.


Esta inclinación hacia la judicialización excesiva sobrecarga nuestros tribunales, extendiendo los tiempos de resolución y aumentando el costo tanto para el sistema de justicia como para las partes involucradas. Este fenómeno no solo hace más lento el proceso judicial para casos genuinamente penales, sino que también reduce la eficacia general del sistema de justicia.


Comprender la diferencia entre lo que constituye un delito y lo que puede resolverse a nivel administrativo es indispensable para abordar este problema. Un delito es una conducta que infringe la ley penal y que, por lo tanto, debe ser juzgada y sancionada por un tribunal penal. Por otro lado, los conflictos administrativos generalmente involucran cuestiones civiles, comerciales o reguladoras, donde las partes pueden buscar una solución a través de la negociación, la mediación o los procedimientos administrativos.


Por ejemplo, un conflicto sobre el incumplimiento de un contrato de servicio normalmente no constituye un delito, sino una disputa civil que podría resolverse a través de la mediación o el arbitraje. Sin embargo, en la práctica, estos casos a menudo terminan en los tribunales penales. Esto no solo es ineficiente, sino que también puede llevar a un uso indebido del sistema penal.


La falta de claridad en estas diferencias y la tendencia a recurrir rápidamente al sistema penal contribuyen a la congestión y la ineficacia en la administración de justicia. En lugar de utilizar el sistema penal como última ratio, se ha convertido en una primera opción para muchos, con el fin de infundir temor en la otra parte por la gravedad que representan estos juicios, lo que desvirtúa su propósito fundamental y reduce su capacidad para abordar de manera efectiva los casos verdaderamente penales.


La resolución de conflictos en instancias administrativas considero que es una opción más eficiente y menos costosa en comparación con los procedimientos penales. Esta alternativa no solo ahorra tiempo y recursos valiosos tanto para las partes involucradas como para el sistema judicial, sino que también reduce la carga de trabajo en los tribunales, permitiendo que se concentren en casos que verdaderamente requieren una intervención penal. 


La mediación y la conciliación son métodos particularmente efectivos para resolver disputas de forma constructiva y amistosa. Estos enfoques fomentan el diálogo entre las partes y buscan soluciones mutuamente beneficiosas, a menudo con la ayuda de un mediador neutral. Lo más destacado de estos métodos es su capacidad para preservar e incluso mejorar las relaciones entre las partes, algo que rara vez se logra en el contexto de un proceso penal.


Promover y adoptar métodos administrativos para la resolución de conflictos es un paso hacia un sistema de justicia más eficiente y justo en Guatemala. Al reconocer y utilizar las ventajas de estos enfoques, podemos avanzar hacia un marco legal que resuelve disputas de manera más efectiva y equitativa.


La judicialización prematura y sin necesidad de conflictos que podrían resolverse por otros medios tiene un impacto negativo en el sistema penal de Guatemala. Al llevar casos que no son estrictamente penales a los tribunales, se genera una sobrecarga en el sistema, lo que resulta en retrasos y una disminución en la calidad de la administración de justicia. Este exceso de casos no solo consume recursos valiosos, sino que también alarga los tiempos de espera para aquellos casos que verdaderamente requieren atención penal, perjudicando así la eficacia del sistema en su conjunto.


Para las partes involucradas, la judicialización innecesaria conlleva varias consecuencias negativas. En primer lugar, hay un riesgo de estigmatización, especialmente para aquellos que se ven envueltos en el sistema penal sin una causa justificada. Ser parte de un proceso penal puede tener un impacto duradero en la reputación y las oportunidades futuras de una persona, incluso si finalmente se demuestra su inocencia. Además, los costos asociados con los procesos penales, que incluyen honorarios legales y gastos judiciales, pueden ser considerablemente más altos en comparación con los procedimientos administrativos o de mediación. La duración prolongada de los casos penales también significa que tanto los demandantes como los demandados enfrentan un periodo de incertidumbre y estrés extendido, lo que puede tener un impacto psicológico y emocional significativo.


Desde una perspectiva social y económica, la tendencia a judicializar conflictos que podrían resolverse de manera más eficiente fuera de los tribunales tiene implicaciones amplias. Reduce la confianza del público en el sistema de justicia, ya que se percibe como lento, ineficiente y, en algunos casos, injusto. Económicamente, esta práctica desvía recursos que podrían utilizarse en áreas más críticas del sistema de justicia o en otros servicios públicos. La judicialización prematura y sin necesidad no solo afecta a los individuos directamente involucrados en los casos, sino que también tiene un costo social y económico que impacta en la sociedad en su conjunto.


Estrategias para Fomentar la Resolución Administrativa


Para promover la resolución administrativa de conflictos y disminuir la dependencia del sistema penal en Guatemala, es necesario llevar a cabo una serie de estrategias y reformas. Estas iniciativas deberían estar enfocadas tanto en los profesionales del derecho como en la sociedad en general, con el fin de aumentar la conciencia sobre la importancia de considerar el proceso penal como un último recurso. Una estrategia clave para lograr esto es la educación y concientización de la sociedad y de los profesionales legales acerca de la relevancia de buscar primero soluciones alternativas antes de recurrir a los tribunales penales. 


En cuanto a las reformas legales, estas son necesarias para fomentar y facilitar la resolución administrativa de disputas. Entre estas reformas se incluye la creación de más centros de mediación y arbitraje, así como la inclusión de cláusulas en la legislación que impulsen o requieran intentos de resolución alternativa antes de pasar a la litigación penal. Sería provechoso también revisar las leyes actuales para identificar y modificar aquellas que promueven innecesariamente la judicialización de ciertos tipos de conflictos.


Mirar hacia las políticas implementadas con éxito en otros países para desalentar la judicialización inmediata puede ofrecer modelos útiles. Algunos países, por ejemplo, han instaurado sistemas donde ciertos tipos de disputas deben pasar primero por un proceso de mediación obligatoria antes de poder ser llevadas a juicio. Otros han establecido procedimientos administrativos simplificados para determinados tipos de disputas, reduciendo la necesidad de acudir al sistema judicial.


Adoptando estas estrategias y aprendiendo de las políticas internacionales, Guatemala puede avanzar hacia un sistema legal más eficiente. En este sistema, los procesos penales se reservarían para los casos estrictamente necesarios, y se promovería la resolución alternativa de disputas, beneficiando tanto a los individuos involucrados como al sistema de justicia en su conjunto.


En Guatemala, enfrentamos un desafío en nuestro sistema de justicia: la tendencia a llevar conflictos directamente a los tribunales penales, incluso cuando podrían resolverse mediante canales administrativos o de mediación. Esta práctica no solo sobrecarga nuestro sistema penal, sino que también prolonga innecesariamente los conflictos y aumenta los costos y la tensión para todas las partes involucradas. Al educar a la sociedad y a los profesionales legales sobre la importancia de considerar el proceso penal como último recurso, y al implementar reformas legales que favorezcan soluciones administrativas, podemos aliviar la presión sobre nuestros tribunales y promover un sistema de justicia más eficiente y justo. Mirando hacia políticas exitosas en otros países, Guatemala tiene la oportunidad de reformar su enfoque hacia la resolución de conflictos, beneficiando no solo a las partes involucradas en disputas, sino a la sociedad.


Estela Juárez Gutiérrez

Abogada y Notaria

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